Me gustan las cosas que no son perfectas. No hay nada ni
nadie perfecto aunque nos empeñamos en demostrar que sí.
A veces, nos obsesionamos en ser y parecer perfectos pero en
realidad no deberíamos hacerlo porque la auténtica belleza está en las imperfecciones.
Me gustan los detalles en los que se puede leer: no está acabado, no he podido
hacerlo mejor, no he tenido tiempo, me ha salido mal, no debería haber quedado
así… Porque, en realidad, estos súbitos imprevistos son los que llenan a las
cosas de personalidad.
Nos pasamos la vida intentando ocultar cosas que no nos
agradan de nuestro cuerpo, de nuestra forma de ser, incluso de las cosas
materiales que poseemos. Y creo que es un error pretender tener todo perfecto. Ser perfecto es imposible, y no es nada
atractivo ni especial.
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