martes, 12 de julio de 2011

El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden


Las cosas duran lo que tienen que durar, generalmente más de lo que deberían y menos de lo que nos gustaría y su valor no está en el tiempo que han durado, sino en la intensidad con la que han sucedido o las hemos vivido. Siempre tendemos a cuantificar en datos contables cuando, en realidad, tenemos que hacerlo con incontables, las cosas no cuantificables son las realmente importantes en la vida. Ya lo decía el Principito: “Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones. Los niños debemos ser muy indulgentes con las personas mayores. A los mayores sólo les gustan las cifras".

Y cuando las cosas no van como tienen que ir, o como nos gustaría, somos expertos en alargar situaciones cuando ya no tiene ningún sentido seguir haciéndolo, porque nos cuesta mucho tomar la decisión de que se acabe, nos da miedo. Quedarse con las ganas de algo es una sensación de lo más dulce que muchas veces nos negamos a experimentar. Preferimos, porque es más fácil, alargarlo hasta hartarnos, y así tomar una decisión que se ha convertido ya en una necesidad y no en una elección.