martes, 26 de abril de 2016

Hubo una época


El 3 de enero no fue solo el primer cumpleaños de Nerea. Fue también el primer cumpleaños de nosotros como padres. Un año que ha sido muy diferente y muy especial, ya que el primer año como padres es algo que nunca se vuelve a repetir por muchos hijos que tengas, pues ya tendrás la experiencia que no tuviste la primera vez.

Hubo una época en la que solo me despertaba el despertador, y si me despertaba por las noches me daba la vuelta y me volvía a dormir sin más. En la que desayunaba tranquilamente leyendo las noticias y escuchando las noticias de la radio.
Hubo una época en la que por trabajo me movía mucho: hoy una reunión aquí, mañana unas jornadas allí, pasado un congreso más allá.
Hubo una época en las que las tardes, después del trabajo eran un mundo de posibilidades: deporte, idiomas, cervezas….
Hubo una época en la que los findes se dormía hasta las 12, se desayunaba hasta las 14 y a esa hora se salía a la calle a ver qué surgía y nos deparaba el día, sin prisas ni planes.
Hubo una época en la que me pasaba meses planificando un super viaje, al otro lado del mundo, exótico y aventurero.
Hubo una época en la que no me imaginaba otra vida mejor que la que tenía. Y qué equivocada estaba.

Ahora lo único que nos despierta es Nerea que desde su cuna en su habitación nos reclama a gritos que se traducen en: “llevo 11 horas durmiendo y sin comer, o me ponéis un biberón o empiezo a trepar por la pared”. Y eso es entorno a las 7-8 de la mañana, fines de semana incluidos, pues el bitxito no se desprograma los sábados y domingos, ella tiene hambre a esa hora todos los días, como es normal. Algunas noches también sus gritos en sueños interrumpen nuestro estado en coma, pero ya hemos aprendido a no acudir, pues haces el esfuerzo de levantarte y llegas y está como un tronco soñando riendo y gritando a la vez. Cosas de bebés….

Ahora las mañanas son de ducha a todo correr y desayuno con Nerea entre nuestras piernas o en brazos si queremos ir más rápido. Corriendo al trabajo y de camino la dejamos en su guardería, a donde va encantada. Las mañanas son en la oficina, cerca de la guardería por si hay que ir a recogerla porque está malita, pensado que ya habrá echado su siesta de la mañana y que pronto comerá y que hoy le toca plato nuevo, a ver si le gusta o no. A primera hora de la tarde salto para ir a recogerla y pasar toda la tarde con ella, de juegos, paseos y compras. Poco más y más que suficiente. A las 20h vuelta a casa y rutina nocturna, rutina que nos permite una harmonía total y un tiempo para nosotros solos a partir de las 9 de la noche.
Los findes empiezan pronto, y los planes dependen del tiempo pero lo que sí es una aventura es pasarse el día fuera de casa con todos los bártulos que un bebé necesita a lo largo del día.  Cuando no tenía hijos me parecía impensable que no se echara de menos esa otra vida en la que había hueco para tantos planes. Pero las preferencias cambian.
Y en realidad todo cambia, pero lo esencial sigue siendo igual: el amor. El amor hacia una personita que antes no existía y que hace que al principio la pareja se tambalee un poco. Pues no está preparada para sentir tanto amor y miedo a la vez. Miedo. Por el posible sufrimiento de algo tan pequeño pero tan delicado y que tanta ternura desprende.  Y que crece desmesuradamente rápido, cruelmente rápido. En pocas semanas desaparece el bebé, la cosita indefensa de mirada perdida y puñitos cerrados se convierte en un bebé que ríe, voltea, balbucea y reclama las cosas que le gustan. Y en pocos años, menos de los que nos gustaría, nuestros hijos pasarán de necesitarnos para todo a no necesitarnos para nada, a llamarnos a todas horas hasta borrarnos el nombre a no querer ni que nos acerquemos a sus habitaciones. Este post me hizo llorar mucho en su día, porque está lleno de realidad:  http://mammamia.blogs.elle.es/2016/01/11/los-hijos-olvidaran/


Es entonces cuando entra de nuevo en juego la pareja, la persona que seguirá a tu lado para que la vida que tuvisteis antes, las cosas que hacíais antes, se vuelvan a hacer. Por eso es importante dedicarse a los hijos pero sin olvidarnos de nuestro compañero-a, pues volveremos a estar solos de nuevo, sin llantos, fiebres, y pañales de por medio que nos impidan apenas comunicarnos. Con un montón de años de vida por delante.