Hay muchos momentos muy especiales al tener un hijo. En mi
caso guardo un recuerdo precioso tanto del embarazo como del parto, ya que
ambos fueron inmejorables y son muchos los momentos increíbles que vivimos mientras la niña crecía dentro de mi, y al verla salir al mundo. Así
que estoy más que dispuesta a repetir. Pienso que un hermano o una hermana es
el mejor regalo que podemos hacer a nuestra hija, alguien que esté para siempre
en su vida, con el que aprender a reír, a llorar, a compartir, a jugar y a
crecer.
Cada momento nuevo en la vida de un bebé es igual de mágico
que los anteriores. Pero si tuviera que elegir me quedo con estos que he vivido
hasta la fecha (6 meses):
-el momento en el que descubres ese olor a bebé tan rico que
desprende su piel y te lo comerías, como si de una magdalena sabrosa se
tratara. Y le hueles y le hueles y le hueles y le hueles y nunca se le acaba el
olor… mmmmm…qué placer!!
-el momento en el que le descubrimos los pies. No se puede
entender cómo dos trocitos de carne tan diminutos pueden hacernos sentir tanta
ternura. Me tienen el corazón robado y
cada día necesito vérselos al menos una vez.
-el primer día que salís a la calle empujando el cochecito.
Poco dura la alegría cuando descubres que necesitas más práctica para no chocar
con todo lo que hay a tu alrededor jiji.
-el momento en el que ya son capaces de ver, fijan la mirada
en tu cara y te sonríen. Suele ocurrir hacia los dos meses de vida. Aún no me
he compuesto de aquel derretimiento tan brutal.
-los momentos en los que se van quedando dormidos en cualquier
parte y en cualquier postura, ves cómo lucha contra ello porque quiere estar
despierta pero no hay nada que detenga esa fuerza descomunal que es el
cansancio.
-cuando se acercó la fecha de incorporarme la trabajo y tras 6 meses de lactancia fuimos añadiendo la alimentación complementaria. Las caras y sensaciones cuando prueban sabores nuevos que les desconciertan pero que al mismo tiempo no pueden dejar de probar y probar y probar, y chupar, chupar y chupar.
También me suele gustar ser sincera del todo con el hecho de
tener hijos. Estoy absolutamente segura de que es lo mejor que he hecho en mi
vida, pero es justo no negar que tiene un lado duro: la falta de sueño de
seguido y reparador sobre todo las primeras semanas, la exigencia física, la
frustración cuando no sabes calmarle o entender lo que le pasa, la complicada
logística para todo, el descalabro en la planificación diaria… La lactancia materna tampoco ha sido para mí
una experiencia místicamente placentera, o no he sabido descubrir esa parte por
lo menos. He dado pecho desde el inicio y aún lo sigo haciendo, pero no he
visto en ello un goce ni una satisfacción extrema como lo describen otras
mujeres. Estoy convencida de los
beneficios de la lactancia materna, por eso elegí hacerlo, pero ha sido más
exigente de lo que me imaginé, quizás no he tenido una lactancia fácil y eso me
ha hecho vivir la experiencia como algo que me ha supuesto un gran
esfuerzo.
De cualquier modo, ser padres es lo mejor que nos ha pasado
en la vida, el esfuerzo merece mucho la pena, pero muchísimo. Así debe ser porque a pesar
del cansancio estamos ya soñando con encargar la segunda cosita revoltosa que
llegue a nuestras vidas, pues es algo tan mágico y tan especial tener un hijo que
nos apetece repetir pronto. Mientras eso llegue seguiremos disfrutando de
nuestro bichito, de sus sonrisas, sus abrazos, sus avances y sus
descubrimientos. Ahora nuestras vidas tienen un aliciente más, del que estamos profundamente enamorados: Nerea.