miércoles, 11 de diciembre de 2013

Oídos que bien oyen, consejos encierran

Hace tiempo que no escribo y no es por falta de ganas, sino de tiempo y desazón. El ruidismo de esta sociedad no nos deja escuchar nuestros propios pensamientos. Y así no se puede reflexionar sobre las cosas. Tengo la sensación de no haber estado en silencio desde hace años. Por eso me gusta nadar, pero sobre todo bucear. Porque debajo del agua no se oye nada. Solo un murmullo de lo que pasa fuera, lejano y ausente. Como si no fuera contigo. Por eso me gusta cuando voy a trabajar en moto, porque me pongo en casco y entro de nuevo en una burbuja en la que no cabe lugar para el ruido. Y me escucho respirar. Me escucho, me siento. Y en esos once minutos desconecto más que un fin de semana entero en casa.

Estamos sometidos a ruidos constantemente, tanto que los hemos asumido como algo normal. Y ya no somos capaces de distinguir entre un pájaro o el sonido de un móvil. A lo mejor el mundo tiene un interruptor, y que si lo apagamos se activa un hilo musical delicioso y relajante que nos mece a lo largo de los días, y empezamos a hablar todos un poquito más bajo, hasta llegar a susurrar. Y volvemos a descubrir los maravillos sonidos que hay fuera de las ciudades. De pequeña me dormía escuchando grillos y me despertaba con el gallo. Qué increíble que siga habiendo lugares así, que no desaparezcan por favor. Los vamos a necesitar todos en breve. 

viernes, 31 de mayo de 2013

La perfección está en aceptar la imperfección de los demás

Me gustan las imperfecciones.

Me gustan las cosas que no son perfectas. No hay nada ni nadie perfecto aunque nos empeñamos en demostrar que sí.

A veces, nos obsesionamos en ser y parecer perfectos pero en realidad no deberíamos hacerlo porque la auténtica belleza está en las imperfecciones. Me gustan los detalles en los que se puede leer: no está acabado, no he podido hacerlo mejor, no he tenido tiempo, me ha salido mal, no debería haber quedado así… Porque, en realidad, estos súbitos imprevistos son los que llenan a las cosas de personalidad.


Nos pasamos la vida intentando ocultar cosas que no nos agradan de nuestro cuerpo, de nuestra forma de ser, incluso de las cosas materiales que poseemos. Y creo que es un error pretender tener todo perfecto.  Ser perfecto es imposible, y no es nada atractivo ni especial. 


lunes, 13 de mayo de 2013

Lo mejor no es el lugar donde te encuentras, sino con quién lo compartes


En estos tiempos de cambios y de falta de trabajo es mucha la gente que se está marchando a buscar oportunidades en otros lugares del mundo. “No nos vamos, nos echáis” llevaban escrito un grupo de jóvenes que se disponían a coger un avión del aeropuerto de Bilbao en un cartel que habían colocado en sus maletas, recriminando de alguna manera a los políticos su incapacidad para gestionar el inexistente acceso al mercado laboral que éstos están sufriendo.

Emigrar es duro, y lo digo por experiencia. He vivido en 6 ciudades a lo largo de mi vida, y empezar de nuevo no es fácil. Aunque sí tiene una parte ilusionante, la de un nuevo comienzo y todas las cosas nuevas por conocer y descubrir.

Para mí lo más duro de estar fuera, aparte de buscar tu hueco en un sitio nuevo, fue invertir mis días libres y vacaciones en venir a casa. Es una cosa que te apetece hacer por lo que no lo ves como algo negativo, pero al final la sensación es de que vives allí pero pensando en aquí. Evidentemente lo mejor de todo es la gente que conoces, la experiencia que vives y los recuerdos que generas a lo largo de la vivencia. Al final, como en todo, lo más importante no es dónde estés, sino con quién estés. Hay lugares horribles en los que la buena compañía hace que no lo sean tanto, y viceversa, el mejor paraíso del mundo no es nada si a tu lado no hay gente con quien merezca la pena vivirlo.

*A todas las personas que están fuera, o van a estarlo, o están aquí y son de allí, a los que tienen morriña, a los que añoran y sueñan, a todas las personas que tuvieron que irse y a todas las que lo harán...

lunes, 29 de abril de 2013

Coser y cantar

Lo segundo hace años que lo practico en la soledad. Lo primero, ahora también. No tanto en la soledad puesto que aún no tengo máquina de coser propia, por lo que acudo a clases de iniciación a la costura en un coqueto lugar llamado Café con Dedal, donde unas máquinas de coser modernas y una profesora joven y muy paciente enseña a mujeres del siglo XXI a coser mientras tomamos café, hablamos de nuestros trabajos y compartimos ilusiones: "siempre he querido hacerme mi propia ropa...", "yo con saber arreglar cosas me conformo..."

En fin, ahora sí que mis ratos libres se van a poder convertir en coser y cantar tan pronto como me traiga a casa la antigua máquina de coser de mi amama. Y quizás, quién sabe, a través de estos dos preciosos verbos, me confeccione algunas pequeñas prendas que constituyan el principio de una bonita afición.