Esta semana tengo el
pecho encogido, la garganta cerrada y los ojos llenos de lágrimas. Podría ser
porque Nerea empieza en una guardería nueva, volvemos a separarnos y vuelvo a
cargar la losa de no ser yo la persona con la que pase el día entero. Podría
ser porque cada separación me pesa, me
entristece y me reabre el debate interno sobre si no debería dejar de trabajar
unos meses para no perderme su etapa de bebé. Podría ser porque cogerá
enfermedades que estando las dos solitas no cogería y verla enferma y sufriendo
va a hacerme a mí sufrir infinito sin poder hacer nada para evitarlo.
Podría estar llorando por
esto que tanto me entristece. Pero en realidad, esta semana estoy llorando por
otro tema. Por lo que está pasando en el mundo. Y porque soy consciente a cada instante, de
que nuestra familia, y sobre todo Nerea, es una privilegiada. Y eso me inunda
de tristeza el corazón y todo mi ser.
Privilegiada por vivir aquí,
tener unos padres que le pueden dar todo, no como tantos millones de niños que
ahora mismo están jugándose la vida huyendo, y en muchos casos están
encontrando la muerte. Nadie puede quedarse impasible ante lo que estamos
viviendo. Imaginad por un momento en que sois vosotros, vuestra familia la que
tiene que dejar todo, coger unas pocas ropas y echarse a andar kilómetros para
acabar hacinados en camiones o trenes, asfixiados, o en barcos que naufragan para encontrar con un poco de
suerte la deseada y necesaria huida, o la muerte. Huir, migrar y buscar refugio en otro lugar es un derecho humano.
Imaginad por un momento
que es vuestra familia la que tiene que ver cómo matan a vuestros hijos, las
guerras, las enfermedades, las iras e intereses de la economía mundial,
deshumanizada y sin piedad. Imaginad lo que tiene que ser pasar por esa huida,
por esos días interminables, caminando, intentado subirse a un tren, pasar una
valla de pinchos, Los niños siempre son
los que acaban sufriendo las consecuencias en todos los conflictos, y ellos no
tienen culpa alguna de estar ahí, de haber nacido en ese lugar. Son seres
indefensos e inocentes.
Yo me muero. Veo las
imágenes de esas familias con niños pequeños y con bebes huyendo y me muero. Me
recorre una tristeza y una impotencia que me mata. Somos los animales menos
solidarios que hay sobre la tierra, egoístas y tremendamente insensibles. Y lo
peor de todo, es que eso no va a cambiar, pero tenemos que luchar para que no
sea así. Tenemos que cambiar de forma de entender el mundo, dar prioridad a las
personas, a los seres humanos por encima de a nuestros trabajos, sanidad,
pensiones y bienestar. Tenemos que ayudar a estas personas, no sólo
acogiéndolas, sino dándoles la posibilidad de que rehagan su vida, ellos no
tienen la culpa de estar pasando por lo que están pasando. Mañana podemos ser
nosotros los que tengamos que salir huyendo.
Solo espero que el padre de
Aylan, de tan solo tres añitos, único superviviente de toda la familia, no haya
podido ver las imágenes que han recorrido el mundo. Solo espero que si algún
día a mi hija le tiene que pasar algo así, yo haya muerto antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario